Sant Feliu de Guíxols
El conjunto arquitectónico del monasterio benedictino es el máximo exponente patrimonial de la villa, y conserva elementos tan importantes como su parte más antigua, la románica Porta Ferrada (siglo X), que se ha convertido en todo un símbolo. La iglesia de la Virgen de los Ángeles, las torres del Corn y del Fum también forman parte del conjunto monacal, que actualmente acoge el Museo de historia de la Ciudad y el Espacio Carmen Thyssen.
El pasado de la ciudad, centrado en la industria del corcho y tapera, ha dejado un legado arquitectónico importante. Son testimonio las casas modernistas de la playa de Sant Pol o las casas señoriales del paseo del Mar, presidido por el Casino de la Constancia. Otros lugares de interés son los museos del Juguete, el de Placas de Cava y el del Salvamento; así como la ermita de Sant Elm, con uno de los miradores más espectaculares de la Costa Brava, desde donde Ferran Agulló la bautizó con ese nombre.
Los contrastes del entorno y el paisaje de la zona -típicamente mediterráneo- constituyen uno de los atractivos del municipio. Sant Feliu de Guíxols está rodeado de grandes espacios naturales como las Gavarres o el macizo de la Ardenya, con una red de caminos señalizados que facilitan el descubrimiento del entorno.
Navegando por la costa también se encuentran lugares de interés paisajístico, como la zona de la cala Almendro, la punta de Garbí y la cala Vigatà, que por su riqueza ecológica son un paraíso para los submarinistas y se enmarcan en el área de la futura reserva marina que debe garantizar la protección de la zona.
La vía verde, popularmente conocida como «carril bici», permite conectar la ciudad con la llanura interior hasta Girona y Olot y se ha convertido de gran interés turístico gracias a la recuperación del antiguo trazado del tren de Sant Feliu de Guíxols.
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